"Fue una pregunta en apariencia muy simple: ¿Qué estás haciendo? En ese instante todo cambió para mí. Sentí la necesidad de plantearme porqué vivía, para quién vivía... Mi respuesta fue inmediata. entré en la iglesia más próxima, Saint Julien le Pauvre. Y hablé con un sacerdote durante tres horas... Es curioso porque mi desconocimiento era tal que ni me di cuenta de que era una iglesia ortodoxa. A partir de ese día busqué una instrucción religiosa católica. No olvidé que yo estaba bautizado. Tenía la fe dormida y revivió.
Y ya desde aquel momento nunca he dejado de saber que soy criatura de Dios, hijo de Dios... Un hombre con una cita de eternidad que se va tejiendo y recorriendo ya aquí en compañía de Dios. Así como hasta entonces Dios no contaba para nada en mi vida, desde aquel instante no hay nada en mi vida, ni lo más trivial, ni lo más serio, en lo que yo no cuente con Dios. Y eso en lo que es alegre y en lo que es doloroso, en el éxito, en el trabajo, en la vida familiar, en una pena honda..."
Narciso Yepes
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