El pasado domingo eramos unas 500 personas en el locutorio de las Hermanas Iesu Communio de La Aguilera (Burgos). Las hermanas habían removido toda su casa para colocar bancos, banquetas, taburetes y todo lo que tenían a mano tratando de que cupiéramos todos y estuviéramos cómodos.
Fuera llovía, hacía viento y bastante frío (lo propio de La Aguilera). Dentro también llovía Gracia de Dios, sin parar; soplaba el viento del Espíritu Santo, pero frío no hacía porque estas mujeres tienen el fuego del Amor dentro de ellas y lo irradian sin parar.
Habíamos llegado de muchos lugares, pero sobre todo de Madrid. De distintas realidades eclesiales, fundamentalmente del Opus Dei y del Camino Neocatecumenal, aunque también había familias guadalupanas, del Verbum Dei, de Comunión y Liberación, Cursillos de Cristiandad, etc. Pero ante todo cristianos, miembros de la Iglesia Católica, sin distinción. Un pueblo, unidos en un sólo cuerpo y con Cristo a la cabeza.
Dos Hermanas Iesu Comunio hacían su Iniciación a la Vida Consagrada, tras algo más de un año de postulantado pasaban a ser novicias del nuevo Instituto. Maribel y Rut compartieron con nosotros lo que Dios estaba haciendo con sus vidas: la llamada, su vocación, su vida en Iesu Communio. Algunas más de las 192 Hermanas también compartieron sus experiencias. También la Madre Verónica y la Madre Blanca compartieron unas palabras con todos nosotros.
Aproximadamente fue una hora y media de presencia del Espíritu en medio de todos nosotros. Con esto, quizás, nos habría bastado; pero era sólo el "aperitivo". Había que prepararse para el gran momento que no fue otro que la Eucaristía: la presencia real de Cristo con todos nosotros a través de su Cuerpo y de su Sangre.
Concelebraron cinco sacerdotes con relación cercana a las dos Hermanas. El rito inicial fue la Iniciación a la Vida Consagrada de ambas. Un rito sencillo, pero cargado de signos. Estaban alegres, felices. Se veía desde nuestros bancos y se sientía su felicidad. Están enamoradas del Amor verdadero. La maestra de postulantes las ha presentado a la Madre Verónica que ha entablado un breve diálogo con ellas en el que han pronunciado la fórmula de Iniciación al Noviciado. Luego les ha impuesto el velo, una pañoleta azul, azul "celeste", anudada por detrás. Les ha entregado las constituciones del nuevo Instituto y les ha impuesto la medalla. La medalla tiene una imagen de la Piedad con la expresión "Stabat" y tiene forma de lágrima. Como respuesta: AMÉN, AMÉN, AMÉN. Tres veces AMÉN.
Cada una de las 190 Hermanas restantes las ha abrazado. Todo un signo también dentro de este rito inicial.
La liturgia de la Palabra del tercer domingo de cuaresma parecía elegida para la ocasión. La petición de Jesús a la samaritana: "Dame de beber" está tan unida a estas hermanas... De hecho, el oratorio lo preside la frase "Tengo sed" al lado del crucificado.
Las lecturas han corrido a cargo de dos familiares: el hermano de Maribel y la madre de Rut.
La homilía ha sido estupenda, bien preparada y muy bien expuesta; tanto que la Madre Verónica se ha quedado con los folios que ha preparado el padre Fran.
Maribel y Rut han llevado las ofrendas al altar y ha comenzado la liturgia eucarística.
Los presbíteros y ellas dos han comulgado bajo las dos especies. El resto sólo con el cuerpo de Cristo.
Se han postrado las dos en el suelo junto a la Madre Verónica mientras se distribuía la comunión a todos los asistentes. Recogidas, en oración, mientras los hermanos de Maribel entonaban un precioso canto eucarístico. Creo que la imagen más bella de todo el día es la de la Madre postrada con sus hijas en el suelo, orantes, con Cristo dentro.
Después de recibir la bendición nos han dirigido unas palabras de agradecimiento a todos los presentes, a sus familias en primer lugar y a todos los demás. Han hablado, brevemente, de sus sentimientos en ese momento y nos han explicado la Virgen que preside el oratorio.
Nos han invitado a pasar al regazo de la Bella Pastora, a depositar nuestra oración.
En primer lugar lo han hecho ellas con el padre Fran y luego cada una con sus padres y hermanos. Luego se ha formado una larga cola de orantes que se acercaban a besar a la Virgen, a rezarle, a apoyarse sobre sus piernas.
Hemos vuelto al locutorio para despedirnos de ellas y cada uno ha emprendido el viaje de vuelta hacia su casa. Todos cargados con las pastas y dulces que con tanto mimo elaboran y cargados también de Cristo, de Gracia de Dios, de Espíritu Santo.
Lamento deciros que no he podido ser objetivo en este "post" por razones muy evidentes: Rut es mi hija, gracias a Dios. Pero, aunque no lleve mis apellidos ni los de mi mujer, también Maribel es mi hija y cada una de las 192 Hermanas Iesu Communio. Por lo tanto os pido perdón, queridos lectores.