Hay una frase que repiten todos los peregrinos cuando vuelven de Međugorje: "Tienes que ir".
Cuando contamos nuestros testimonios, además de esta frase, solemos coincidir en que es un lugar en el que se da una Gracia especial que lo contagia todo, principalmente a sus habitantes.
Os voy a contar varias anécdotas para intentar explicar un poco mejor esto.
El día 2 de agosto programamos subir al Monte de las Apariciones muy temprano, para ello habíamos previsto desayunar muy pronto. En nuestra pensión estábamos alojados fundamentalmente matrimonios y familias con niños pequeños. Las familias se organizaron para que alguien se quedase en la pensión con los niños y poder ir los demás al Podbro. Esto implicaba que deberíamos desayunar a dos horas distintas y algunos muy pronto.
Le planteamos a la señora que regentaba la pensión esta posibilidad y su respuesta nos dejó a todos descolocados: ¿A qué horas queréis que os sirva los desayunos? Le propusimos dos horas distintas que eran las que mejor se adaptaban a nuestras necesidades y ella, junto con sus hijos, lo tuvo todo dispuesto a ambas horas.
Después de las comidas nos servían café o infusiones. Uno de los días estábamos compartiendo nuestras experiencias mientras uno de los hijos de la regente de la pensión tomaba nota de lo que queríamos tomar. Estábamos al borde de la impertinencia. El joven no mostró su disgusto en ningún momento, ni un mal gesto. Se retiró discretamente y esperó a que nos aclarásemos para volver y tomar nota de lo que queríamos. A todos nos llamó la atención.
Uno de los peregrinos sufrió un esguince en un tobillo. Habíamos quedado en ir a visitar a los hermanos de la Comunidad Cenáculo que se encuentra a una media hora de la parroquia caminando por senderos entre viñas. Este hermano caminaba acompañado por un matrimonio por una de las calles de salida de Međugorje cuando un taxista paró al verle caminar ayudado por una muleta y le ofreció llevarle gratis hasta donde tuviera que ir, pero no sólo a él, también al matrimonio que le acompañaba. Ante la insistencia del taxista tuvieron que acceder a su ofrecimiento.
Las pensiones de Međugorje me recuerdan a las casas del pueblo de mis antepasados porque siempre tienen las puertas abiertas. En los pasillos de las habitaciones nos dejan armarios abiertos para que renovemos la ropa de cama o las toallas si lo necesitamos. También tienen lavadoras y tendederos a nuestra disposición para poder hacer la colada (tened en cuenta que son 15 días de peregrinación en agosto). Incluso dejan abierto el comedor con frutas y lo necesario para prepararte un infusión en cualquier momento.
Cuando estuvimos allí en la nochevieja pasada sufrimos un leve accidente en una de las furgonetas alquiladas cuya consecuencia fue la rotura de la luna de la puerta deslizante lateral. El gerente de aquella pensión, en nuestra ausencia fue a comprar todo lo necesario para solucionar el problema: un trozo de plástico rígido azul, cinta americana, etc. Estaba esperándonos a nuestro regreso de la corta excursión de ese día, con la aspiradora en la mano para hacer la reparación y ocuparse de la limpieza de los cristales. Le pidió las llaves al conductor y le dijo que no se preocupase y se fuese a dormir la siesta.
¿Por qué esta gente es así? No lo sé, pero con los peregrinos con los que he hablado han percibido lo mismo que yo.
Desde hace 30 años, 6 jóvenes dicen que en este lugar se les aparece la Virgen. En los establecimientos de este pequeño pueblo se escucha una única emisora que trasmite los actos que se celebran en la parroquia. Si hay Eucaristía, la Eucaristía; si están rezando el rosario, pues se reza el rosario; si están adorando, pues adoración. Quizás esta "rutina" diaria sea capaz de transformar a las personas...
Pues me quedo con las ganas de que sigas tu relato el resto de días, porque este me ha enganchado.Un abrazo
ResponderEliminarQué forma más delicada e inteligente de contar algo tan importante! Gracias Antonio por enseñarnos a contar lo extraordinario.
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