viernes, 25 de noviembre de 2011

La transmisión de la fe en familia

Cuando bautizamos a nuestros hijos de pequeños adquirimos la obligación de educarlos en la fe de la Iglesia. Todos respondemos de forma afirmativa cuando el sacerdote nos pregunta si sabemos a lo que nos obligamos en ese momento.
Hace ya unos doce años que bautizamos a la menor de nuestras hijas y más de veintidós han transcurrido desde el bautizo de la mayor. En todos estos años nadie me ha entregado ningún manual explicando cómo transmitir la fe a mis hijas, pero sí que la Iglesia me ha ayudado mucho enseñándome lo que contribuye y lo que entorpece esta labor. Por eso es muy importante permanecer en la Iglesia, frecuentar los sacramentos, la oración individual y en familia, la lectura de la Palabra de Dios. Sin esta ayuda resulta muy difícil ser consecuente con lo que se quiere transmitir y es que nuestros hijos no quieren oír sermones cargados de razones y argumentos muy elaborados, necesitan que todo eso vaya acompañado de la correspondiente puesta en práctica en nuestra vida y esto último es imposible sin la Iglesia.
Hay momentos en el día que son los más apropiados para esta transmisión de la fe, por ejemplo el momento de la comida. Comenzar nuestras comidas bendiciendo al Señor por los dones recibidos, aprovechar ese momento para hablar con nuestros hijos y preguntarles por sus inquietudes y problemas. Esta buena costumbre se está perdiendo porque cada vez son menos los momentos en que la familia se reúne alrededor de la mesa, pero hay que aprovechar esos pocos momentos, sobre todo los fines de semana.
Otro momento es el de la oración nocturna antes de irse a dormir. Es importante acompañar a nuestros hijos en esa oración y darles una bendición cada noche.
En el Camino Neocatecumenal nos enseñan a rezar con nuestros hijos todos los domingos la oración de Laudes y aprovechar ese momento para dar una breve catequesis o hablar de los acontecimientos ocurridos durante la semana, siempre a la luz de la Palabra de Dios.

En nuestro caso, este momento ha ido evolucionando con el paso del tiempo. Esa "breve" catequesis que dábamos los padres ha ido convirtiéndose en un diálogo en el que ha fluido la fe compartida y vivida por cada uno de nosotros. Ya no es una trasmisión de padres a hijos sino una transmisión en familia.
Últimamente somos los padres los que recibimos cada semana muchísimo de nuestras hijas, compartiendo sus experiencias de fe, sus vivencias, su VIDA. Enseñándonos la importancia de la Adoración o de la confesión mensual, pero no como algo aprendido solamente, sino como algo que viven y les da la vida.
La última experiencia ha sido a través de una carta de nuestra hija Rut, novicia en Iesu Communio, en esa breve epístola nos habla del amor gratuito de Dios y de lo importante que es la donación sin esperar nada a cambio. No voy a reproducir la carta por razones obvias, pero os dejo una frase, nada más: "Él siempre me ama y no siempre es correspondido; y yo siempre soy amada, pero no siempre le prefiero. Soy correspondida sin dar nada a cambio..."

La transmisión de la fe, creo, funciona así como las correas de distribución en los vehículos. Todos los engranajes se mueven, los más grandes van más lentos y los más pequeños giran más rápidos. El motor es el  Espíritu Santo que hace girar la correa de la fe.

2 comentarios:

  1. Gracias, Antonio!!!

    Me ha encantado el extracto de la carta de tu hija!!!!

    Un abrazo en Cristo,

    Ines María

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  2. Me ayuda enormemente este post, muchas gracias.
    Las palabras de Rut... creo que nos reflejan a muchos. Él es el único fiel.
    Un abrazo.

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