sábado, 18 de junio de 2011

Valor del sacrificio generoso y oculto

Tengo constancia de que algunos de los lectores de este blog sois padres, hermanos o amigos de sacerdotes, monjas o religiosos consagrados.
Hace unos días leí un texto muy hermoso de San Rafael Arnáiz  Varón que os reproduzco a continuación:
"Te mando las cartas que mi madre me envió a la Trapa... En ellas verás una madre, y una madre cristiana, heroica y tan generosa con Dios, que cuando allá en la Trapa, su hijo el trapense, las leía en un rincón del noviciado, al mismo tiempo que le hacían llorar, bendecía a Dios de tener una madre que no solamente había hecho a Dios el sacrificio de un hijo, sino que además, le ayudaba y fortalecía a llevar su cruz y su sacrificio.
¡Cuánto valen a los ojos de Dios esas almas calladas que apuran el cáliz con resignación, en silencio, e incluso, con alegría y qué variedad de actos generosos se pueden ofrecer a Dios, incluso tocando el piano...! ¿no te parece?
Al ver el espectáculo grandioso del alma de mis padres y la gloria que estaban dando a Dios en aquellos días, me olvidaba de mis propios sufrimientos y penalidades. ¡Qué valía lo que yo hacía al lado de ese desprendimiento tan sublime de mis padres...! Yo no soy el que tenía méritos y el que daba gloria a Dios, no; yo no soy nada, soy sencillamente el instrumento que en las manos de Dios sirve para realizar la obra que se está realizando; y como dice santa Teresita, ¿qué méritos puede tener un simple pincel en el conjunto del cuadro?... Dios, el pintor; y la creación, el cuadro, y cuando hacen falta ciertos detalles, necesarios para que la obra sea perfecta, el gran Pintor, se vale de cualquier pincelillo sin importancia.
Fíjate claramente en cada detalle..., piensa un poco y verás qué admirable es Dios y cómo todo está bien y es necesario: el frío y el sueño de un trapense, y las lágrimas de una madre... Y no nos detengamos a ver quién da más gloria a Dios, que eso es de almas mezquinas; bástenos que el conjunto es la obra necesaria para su gloria, y en el cuadro, como tú sabes bien, hacen falta los tonos claros y los oscuros, los colores brillantes y los colores grises; la cuestión es no desentonar...
Lo verdaderamente hermoso a los ojos de Dios, eran aquellas lágrimas de una madre y de un padre, que con el corazón destrozado, ofrecían a su hijo para el servicio de Dios... Esto es lo que Dios quería, esto es lo que venía buscando, y esto es lo que es admirable, que por medio del sacrificio voluntario de un alma, se santifiquen otras por medio de otro sacrificio, más hermoso aún, pues no son ellos los que lo buscan, sino Dios quien se lo da y ofrece."
(12 de agosto de 1934; a su tío Leopoldo, Duque de Maqueda, desde Oviedo).
Creo que ante la Jornada Pro Orantibus que celebramos mañana estas palabras del Hermano Rafael nos pueden ser de gran ayuda para agradecer el don que Dios nos ha concedido y orar por él.

3 comentarios:

  1. Mil gracias por este post!!!
    Además, el hermano Rafael... es mi "santo de cabecera".
    Gracias nuevamente.
    Un saludo

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  2. Lo conocía, pero hace unos meses quedé atrapado por uno de sus escritos. Penetró tan dentro de mí, que no pude resistirme a buscar su obra completa, comprarla y leerla. ¡¡¡Cuánto bien para el alma!!! Por eso junto con Patricia me alegro mucho de que lo hayas traído al blog.
    Un abrazo

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  3. Efectivamente, todo sacrificio, grande o pequeño, es para mayor gloria de Dios. Tardamos en darnos cuenta, pero es asi, y es reconfortante ser cosciente de ello. Soy feliz viendo a mi hermana monjita fielmente entregada a su vocación

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