domingo, 20 de febrero de 2011

Ut unum sint

En la segunda lectura de este Domingo dice San Pablo:
"Así pues, que nadie se gloríe en los hombres, pues todo es nuestro: Pablo, Apolo, Cefas, el mundo, la vida, la muerte, lo presente, lo futuro. Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios."
Si San Pablo hubiese escrito hoy podría haber añadido muchos nombres a esta lista. Expongo algunos: Chiara Lubich, Kiko Argüello, San José María Escrivá, el Padre Kentenich, Luigi Giussani, Eduardo Bonnin, Andrea Riccardi, la Beata Teresa de Calcuta, la Madre Verónica María, el Hermano Roger y tantos nombres que llenarían este blog con toda seguridad.
Cualquiera de ellos suscribiría, seguramente, estas palabras de San Pablo sin ningún reparo.
Todos ellos han sido herramientas en manos del Señor para el nacimiento de nuevos carismas en el seno de la Iglesia: Focolares, Neocatecumenales, Opus Dei, Schöenstatt, Comunión y Liberación, Cursillos de Cristiandad, Comunidad de San Egidio, Misioneras de la Caridad, Iesu Communio, Comunidad de Taizé, etc. Carismas nacidos todos a finales del siglo pasado y en el comienzo de este presente siglo XXI. Es indudable que el Espíritu Santo sopla con fuerza en todos ellos y de diferentes maneras. A nadie se le obliga a pertenecer a uno u otro de estos carismas.
A mí, personalmente, uno de ellos es el que me ha llevado a Dios y a la Iglesia. En él he recibido innumerables gracias que me ayudan en mi conversión y que me siguen enseñando a "amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a mí mismo". También me ha descubierto a la Virgen María como Madre y me ha dado un amor a la Iglesia inmenso.
No haré hoy propaganda fácil de este carisma concreto. Sólo quiero constatar que todos somos uno en Cristo Jesús. Con la riqueza de la diversidad, pero un sólo cuerpo. Así "todo es nuestro, nosotros de Cristo y Cristo de Dios".

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