Cuando calculas los beneficios de tu generosidad,
cuando recueces el corazón en venganza,
cuando maldices todo lo que te rodea,
no busques allí el rostro de Dios.
Cuando pisas al que está por debajo,
cuando te ríes del que no tiene nada que ofrecer,
cuando destierras de tu vida la sonrisa,
mejor que no pronuncies el nombre de Dios.
Cuando haces bromas con los defectos ajenos,
cuando justificas tu comodidad y egoísmo,
cuando quieres reducir a Dios a un teorema,
no ensucies el nombre de Dios.
Dios es amor y Dios se hace amor.
Dios ama y perdona, sonríe y es gratis,
busca y abraza, bendice y acoge.
Dios lo hace todo nuevo,
el cielo y la tierra,
los días y las horas,
también el corazón.
¡Concédeme, Señor, comprender
que tú eres mi Dios: el Dios del Amor!
Pedro Ignacio Fraile Yécora
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